Su historia arranca gracias a unos amigos del instituto, que fueron quienes le tentaron. Ellos ya entrenaban en Élite, la que a día de hoy sigue siendo la escuela de Jaime, y lo convencieron para que se les uniera. Allí conoció a su entrenador, Manuel García Ramiro, que es algo así como el Frankie Dunn que encarnaba Clint Eastwood en Million Dollar Baby (una peli que, por cierto, le encanta a nuestro protagonista).
En cuanto a la forma física que este deporte requiere, Jaime estaba preparado: "Empecé hace 10 años, cuando tenía 16. He jugado al balonmano toda la vida, así que tenía una buena base deportiva y me adapté bastante bien. A los dos años de entrenar empecé a competir y fuimos bastante acelerados en el proceso de mejora: empecé en 2013 y en 2017 ya gané el campeonato de España".
Desde entonces hasta ahora, ha ganado seis campeonatos de España consecutivos, tres Copas del Mundo (la de Hungría en las ediciones de 2021 y 2022, más la de Austria este 2023), un bronce en el Mundial de 2019 y otro en el campeonato de Europa de 2022. Bromea con que no es Cristiano Ronaldo, "ni falta que hace", dice entre risas, pero desde luego en su mundillo sí es muy reconocido y le gusta sentir el calor de los suyos: "Lo hago por mí y por mi equipo, porque me gusta realmente competir, pero es una pasada cómo un montón de personas admiran lo que haces. Aquí en el Ejército lo tienen súper bien reconocido, todo el mundo me da la enhorabuena, me publican en las revistas, me dicen que soy un ejemplo para los demás…".
Más allá de los elogios, el Ejército también le da el soporte necesario para poderse dedicar profesionalmente a su pasión. De hecho, eso fue decisivo para que Jaime decidiera ingresar a las Fuerzas Armadas. Antes de la Covid ya formaba parte del equipo nacional y el kickboxing le daba cierto sustento económico, pero con la llegada de la pandemia "se pausaron todos los campeonatos" y tuvo que pensar qué salida tomar: "Vi que en el Ejército y en la Guardia Civil los deportistas de alto nivel tienen una serie de derechos para que puedan desempeñar sus funciones como deportistas y me presenté: era una buena oportunidad compaginar este trabajo, que también me gusta mucho, con mi deporte, que es para mí lo prioritario".
Como soldado del Regimiento de Especialidades de Ingenieros 11, Jaime participa en las labores de logística que tiene encomendadas este destacamento, cuya función principal es acondicionar las distintas bases militares que España tiene repartidas por el mundo: "Son los que las montan, instalan electricidad, se encargan de que haya agua potable…". Paradójicamente, la unidad a la que pertenece Jaime Lizana no es una unidad de combate: eso lo reserva para el ring.
Y, aunque ahora los resultados avalan todo su empeño, en sus comienzos tuvo que bregar con la reticencia de sus padres, que le dijeron que el kickboxing era "para macarras" y que le iban a hacer daño: "Yo entendía esa opinión porque, sin conocerlo, mucha gente piensa así. Pero cuando han visto cómo funciona nuestra escuela, por ejemplo, y los valores que hay detrás, han cambiado su opinión totalmente".
Jaime también explica que, dentro de este deporte, el porcentaje de quienes compiten "en pruebas al KO", como hace él, es muy pequeño, y que para llegar a ello la preparación es concienzuda y gradual: "Se empieza desde la base, vas con protecciones por todo el cuerpo y muy poco a poco vas aprendiendo y desarrollando esas habilidades, y ya si luego quieres competir y exponerte a algo más duro tienes una preparación previa de mucho tiempo. Entrenas todos los días de la semana y preparas tu cuerpo y tu mente para ello, así que cuando estoy en un combate yo tengo el cuerpo hecho para eso y no me parece que me estoy golpeando, sino que estoy practicando un deporte, como cuando juego un partido de fútbol con mis amigos". Todo en la vida "requiere un aprendizaje previo", dice. Razón lleva.
Fuente: María Paredes / El Español
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